Una vez que las técnicas antisépticas y asépticas se convirtieron en elementos de rutina en la práctica quirúrgica, se hizo evidente la necesidad de implementar medidas adicionales para garantizar la máxima protección contra la contaminación bacteriana en el quirófano. Esta conciencia creciente sobre la importancia de mantener un ambiente estéril durante las intervenciones quirúrgicas llevó a la adopción de otros rituales antibacterianos, incluido el uso de gorros, sombreros, máscaras, cortinas, batas y guantes de goma.
Antes del reconocimiento de los conceptos de antisepsia y asepsia, los cirujanos no empleaban tales precauciones, ya que no se entendía plenamente el papel de las bacterias en la propagación de las infecciones. Sin embargo, una vez que se aceptaron las técnicas para reducir o eliminar los microorganismos en el entorno quirúrgico, se volvió evidente la importancia de extender estas precauciones a otras áreas de la práctica médica.
Los gorros, sombreros y máscaras se introdujeron para cubrir el cabello y la boca del personal médico, con el objetivo de prevenir la contaminación del campo quirúrgico por las bacterias presentes en el cabello y las secreciones respiratorias. Estas medidas ayudaron a reducir la exposición del paciente a microorganismos potencialmente dañinos.
Las cortinas se utilizaban para crear una barrera entre el paciente y el entorno circundante, minimizando la transferencia de microorganismos y reduciendo el riesgo de contaminación de la herida quirúrgica durante el procedimiento.
Las batas quirúrgicas, diseñadas específicamente para ser estériles y de manga larga, proporcionaban una capa adicional de protección al personal médico, ayudando a prevenir la transferencia de bacterias de la piel del cirujano al campo quirúrgico.
La introducción de guantes de goma marcó un cambio significativo en la práctica quirúrgica, ya que proporcionaban una barrera efectiva contra la contaminación bacteriana de las manos del cirujano. Antes de la adopción de los guantes, los cirujanos operaban con las manos desnudas, sin reconocer el riesgo de transferir bacterias de sus manos al paciente durante la cirugía. La aparición de guantes estériles y funcionales permitió una mayor protección tanto para el cirujano como para el paciente, y se convirtieron en un elemento esencial en el quirófano.