El parénquima mamario, el tejido funcional de la mama responsable de la producción y secreción de leche, exhibe una estructura altamente organizada que se compone de lóbulos mamarios, a su vez formados por múltiples lobulillos. Esta compleja organización anatómica es esencial para la función glandular eficaz de la mama y refleja su adaptación evolutiva para la lactancia y otros procesos fisiológicos relacionados.
Los lóbulos mamarios representan las unidades funcionales principales dentro del tejido mamario. Estos lóbulos, de naturaleza tridimensional, cuentan con su propio sistema de vasos sanguíneos y conductos de leche, lo que les confiere autonomía funcional. En su interior albergan alvéolos glandulares, estructuras saculares encargadas de producir y secretar la leche.
A su vez, cada lóbulo mamario se compone de múltiples lobulillos, unidades más pequeñas que adoptan una forma de saco o racimo. Los lobulillos contienen los alvéolos glandulares primarios, donde tiene lugar la síntesis y secreción de la leche. Estos alvéolos están rodeados por células especializadas en la producción de leche y se conectan a los conductos de leche que transportan el producto hacia los conductos galactóforos principales.
La presencia de esta estructura jerárquica de lóbulos y lobulillos en el parénquima mamario confiere varias ventajas fisiológicas. En primer lugar, proporciona una mayor superficie glandular, lo que aumenta la capacidad de producción de leche. Además, la organización modular de los lóbulos permite una regulación precisa de la producción láctea, ya que cada lóbulo puede responder independientemente a las señales hormonales y a las demandas del lactante. Esta estructura también confiere flexibilidad y adaptabilidad durante la lactancia y otros cambios fisiológicos, como los que ocurren durante el embarazo y la involución mamaria post-lactancia.