La radiación ultravioleta (UV) es una forma de radiación electromagnética emitida por el sol y otras fuentes, como lámparas solares y lámparas de bronceado. Esta radiación se clasifica en tres tipos: UVA, UVB y UVC, cada uno con diferentes longitudes de onda y penetración en la atmósfera terrestre. La radiación UVB, con longitudes de onda entre 280 y 320 nanómetros, es la principal responsable de los efectos adversos en la piel.
El daño causado por la radiación UVB y, en menor medida, UVA, puede inducir cambios genéticos y moleculares en las células de la piel que eventualmente pueden llevar al desarrollo de cáncer de piel. Los cánceres de piel más comunes son el carcinoma epidermoide y el carcinoma basocelular, que se asocian principalmente con la exposición crónica y acumulada a la radiación ultravioleta.
Uno de los mecanismos clave detrás del desarrollo del cáncer de piel debido a la radiación UV es la generación de dímeros de pirimidina en el ADN. La radiación UVB puede causar la formación de dímeros de timina principalmente, donde dos bases de timina adyacentes en la cadena de ADN se unen covalentemente. Estos dímeros interfieren con la replicación y la transcripción del ADN, lo que conduce a mutaciones y alteraciones genéticas en las células de la piel. A medida que estas células dañadas continúan proliferando, pueden escapar de los mecanismos de control del ciclo celular y convertirse en células cancerosas.
El melanoma, aunque menos común que el carcinoma epidermoide y el carcinoma basocelular, es una forma más agresiva de cáncer de piel que se deriva de los melanocitos, las células que producen el pigmento de la piel llamado melanina. Aunque la relación entre la radiación UV y el melanoma es menos clara que con otros tipos de cáncer de piel, se ha observado una asociación entre la exposición a quemaduras solares graves y el riesgo de desarrollar melanoma. La radiación UV puede causar daño directo al ADN en los melanocitos y también puede desencadenar la liberación de radicales libres y otros compuestos reactivos que pueden dañar las células de la piel y promover la carcinogénesis.
Además del daño directo al ADN, la radiación ultravioleta puede desencadenar una serie de respuestas celulares y moleculares que pueden contribuir al desarrollo del cáncer de piel. Esto incluye la activación de vías de señalización celular que promueven la supervivencia y la proliferación celular, así como la supresión de mecanismos de reparación del ADN que normalmente ayudarían a corregir los daños causados por la radiación ultravioleta.