La hernia estrangulada es una complicación grave y potencialmente mortal de una hernia, en la cual el contenido herniado no recibe suficiente perfusión sanguínea. Esta falta de irrigación sanguínea puede comprometer la viabilidad de los tejidos herniados, lo que puede llevar a la necrosis o muerte tisular si no se trata de manera urgente.
La estrangulación herniaria es más común en hernias grandes con aberturas pequeñas, ya que el estrechamiento del cuello herniario puede comprimir los vasos sanguíneos que irrigan el contenido herniado. Esto puede resultar en la obstrucción del flujo sanguíneo arterial, el drenaje venoso o ambos, lo que compromete aún más la perfusión tisular y aumenta el riesgo de necrosis.
En algunos casos, las adherencias entre el contenido de la hernia y la túnica peritoneal del saco herniario pueden formar puntos de anclaje que atrapan el contenido herniario. Esto puede agravar la obstrucción y la estrangulación al impedir el movimiento libre del contenido herniado dentro del saco, lo que aumenta la presión sobre los vasos sanguíneos y agrava la isquemia tisular.
La obstrucción intestinal es una complicación común de la hernia estrangulada, ya que la falta de irrigación sanguínea puede conducir a la inflamación y el edema de los tejidos intestinales, lo que puede obstaculizar o bloquear completamente el paso de los alimentos y las heces a través del intestino. Esto puede causar síntomas graves como dolor abdominal, distensión, vómitos y ausencia de movimientos intestinales.
Es importante destacar que la hernia estrangulada es una emergencia médica que requiere atención quirúrgica inmediata. El objetivo del tratamiento es restablecer el flujo sanguíneo al contenido herniado y prevenir la necrosis tisular. Esto generalmente se logra mediante la reducción quirúrgica de la hernia, seguida de la reparación del defecto herniario para prevenir recurrencias futuras.