La forma y la integridad estructural del vestíbulo nasal se mantienen gracias a la interacción compleja entre los cartílagos subyacentes, el epitelio cutáneo queratinizado, las glándulas sebáceas y sudoríparas, y los folículos pilosos. Cada uno de estos componentes desempeña un papel vital en la protección, la lubricación y la filtración del aire inhalado, asegurando así el correcto funcionamiento del sistema respiratorio y la salud general del individuo.
El vestíbulo nasal, la porción más externa de la cavidad nasal, exhibe una forma específica y se mantiene gracias a la contribución de varios componentes anatómicos y tejidos especializados. Estos elementos incluyen los cartílagos septales, laterales superiores e inferiores que subyacen a la estructura, proporcionando estabilidad y soporte para mantener la forma deseada. La presencia de estos cartílagos no solo previene el colapso de las paredes nasales durante la respiración y el movimiento, sino que también dividen la cavidad nasal en dos pasajes nasales, optimizando el flujo de aire y facilitando procesos como el calentamiento y la humidificación.
La superficie del vestíbulo nasal está recubierta por un epitelio escamoso queratinizado, un tipo de tejido cutáneo que ofrece resistencia a daños mecánicos y agentes externos. Esta queratinización proporciona una barrera protectora, evitando la deshidratación y la abrasión, lo que asegura la integridad estructural del vestíbulo nasal. Además, este epitelio está equipado con glándulas sebáceas y sudoríparas que secretan sebo y sudor respectivamente. Estas glándulas juegan un papel crucial en la lubricación y la hidratación de la piel del vestíbulo nasal, previniendo la sequedad y la irritación, mientras que el sebo ofrece propiedades antibacterianas que protegen contra infecciones y agentes patógenos.
Los folículos pilosos presentes en el vestíbulo nasal son responsables de la producción y el crecimiento del vello nasal. Aunque su función pueda parecer meramente estética, el vello nasal desempeña un papel crucial en la filtración del aire inhalado, atrapando partículas de polvo, polen y otros contaminantes presentes en el ambiente. Este proceso ayuda a purificar el aire antes de que llegue a las vías respiratorias inferiores, contribuyendo así a la preservación de la salud pulmonar.