La solución salina normal, también conocida como solución salina al 0,9%, ha sido un pilar en la práctica médica durante mucho tiempo y se ha utilizado ampliamente en una variedad de situaciones clínicas debido a su utilidad como fluido de reposición y como vehículo para administrar medicamentos. Sin embargo, a pesar de su larga historia y su utilidad, también se ha reconocido que puede plantear riesgos para los pacientes en ciertas circunstancias.
La solución salina al 0,9% se remonta a los experimentos llevados a cabo por Hartog Jakob Hamburger en 1882, donde realizó pruebas de laboratorio sobre la lisis de eritrocitos. De manera incorrecta, Hamburger sugirió que esta concentración de solución salina era equivalente a la salinidad del cuerpo humano. Su elección se basó en el hecho de que esta concentración de solución salina tiene el mismo punto de congelación que el suero humano.
Aunque la solución salina al 0,9% ha sido popularmente denominada «solución fisiológica» o «salina normal», es importante reconocer que esta denominación es inexacta. La composición de esta solución no es exactamente la misma que la del suero humano, y su uso excesivo o inadecuado puede desencadenar complicaciones en los pacientes.
Uno de los riesgos asociados con el uso de solución salina normal es la posibilidad de provocar desequilibrios electrolíticos, especialmente en pacientes con trastornos de la homeostasis de sodio. La administración excesiva de solución salina también puede contribuir a la sobrecarga de fluidos, lo que aumenta el riesgo de edema pulmonar y otros problemas relacionados con la expansión de volumen.
Además, se ha planteado la preocupación sobre el impacto de la solución salina normal en el endotelio vascular y la función renal, especialmente cuando se utiliza en grandes volúmenes o durante períodos prolongados.