Las infecciones quirúrgicas pueden desencadenar sepsis, una condición potencialmente mortal caracterizada por una respuesta desregulada del huésped a la infección. Cuando una infección quirúrgica no se controla adecuadamente, los microorganismos patógenos pueden propagarse desde el sitio de la infección hacia la sangre y otros tejidos, desencadenando una respuesta inflamatoria sistémica excesiva.
La sepsis es una emergencia médica que puede progresar rápidamente hacia una disfunción de múltiples órganos, conocida como shock séptico, y eventualmente llevar a la muerte si no se trata de manera rápida y efectiva. Esta condición puede afectar a personas de todas las edades y se asocia con una alta tasa de mortalidad, especialmente cuando no se identifica y trata adecuadamente.
Según la información proporcionada, la sepsis es la principal causa de mortalidad intrahospitalaria en los Estados Unidos y afecta a millones de personas en todo el mundo cada año. Sin embargo, es probable que estas cifras sean subestimadas debido a la falta de datos en países de ingresos bajos e intermedios.
El control precoz y efectivo de la fuente de la infección es crucial para el tratamiento exitoso de la sepsis. Esto implica que los médicos reconozcan cuándo es necesaria la intervención quirúrgica para tratar el origen de la infección y actúen sin demora junto con otros tratamientos, como la reanimación con líquidos y la administración de antibióticos.